VENENO PURO; Fantasmas Vivos · De los Horrores · Viuda del Cielo: Loret de Mola

Periodista y Escritor, Rafael Loret de Mola

VENENO PURO

Fantasmas Vivos · De los Horrores · Viuda del Cielo

Por Rafael Loret de Mola
31/10/2010

No hay que encasillarse en los horrores del pasado cuando los del presente nos sacuden, con más fuerza, a cada rato. Puede ser que los seres humanos, imbuidos en un egoísmo no reconocido, sólo nos preocupemos por cuanto nos es tangible y cercano; ello entraña, a su vez, un agudo desinterés por la historia, sólo recurrida para llenar los vacíos intelectuales, y lo que percibimos lejano, de otro mundo y otra época, a enorme distancia de nuestras adormecidas conciencias.

Cada que llegan las festividades de muertos, no puedo substraerme al lúdico interés de los mexicanos por “el más allá”, observado como un factor incluso de identidad nacional por quienes planearon los fastos del bicentenario y quizá no sabían cómo justificar tantos millones de pesos volátiles. Inquieta la avanzada anglosajona con su superficial “halloween” cada vez más metido en el ánimo global; y, mientras tanto, la flor de cempazúchitl brinda su aroma a nuestros muertos sin que ellos puedan defender cuanto nos es entrañable ya. Se observan más calabazas estadounidenses que calaveritas y alfeñiques.

Así es también la crónica del presente. Durante años, desde 2003 cuando la invasión a Irak se consumó, se nos contó, apegados a las versiones desde Washington, que los marines actuaban para “liberar” a un pueblo de la dictadura odiosa de Saddam Hussein; y la versión se extendió cuando éste se refugió en un sótano mientras los bombardeos incesantes dejaban rastros sanguinarios.

Hoy se sabe que, cuando menos, las fuerzas norteamericanas, sin contrapeso ofensivo a su poder letal, se cobraron las vidas, nada menos, de cuatrocientos mil civiles iraquíes que frente a las veinte mil víctimas de los atentados terroristas en Nueva York, dejan la correlación en veinte por uno, muy de acuerdo a la omnipotencia norteña. Venganza ampliamente consumada, pero sin asomo de justicia. Y ello sin agregar a los talibanes torturados en Guantánamo ni a las tantas secuencias de la barbarie “libertadora”. ¿Recuerdan aquella imagen de un padre iraquí, a las puertas de su hogar, siendo humillado sin contemplaciones por los soldados norteamericanos a la vista de sus pequeñas hijas, unos días después de la toma de Bagdad?¿Cuánto daño moral arrastrará esta escena a través de los lustros?

Y todavía hay quienes preguntan el por qué del odio global hacia la gran potencia. Ni siquiera sus grandes aliados han podido substraerse de las humillaciones; y, pese a ello, sus voceros, como la secretaria de Estado, Hillary Clinton, suponen que basta con pedir disculpas setenta años después como ocurrió respecto a los “experimentos” con reos guatemaltecos a quienes se les inoculó el virus del SIDA en la década de los cuarenta. Un lavado de manos perdido en la cronología.

Perdemos la percepción de la realidad con mucha frecuencia. Hace años, tras la sublevación neozapatista, no faltaron quienes desde Cancún, el paraíso del Caribe, promovieran el envío de tráilers repletos de ayuda para las comunidades desabastecidas de Chiapas. Y no estaba mal salvo por cuanto implicaba una hipocresía: a pocos metros de la deslumbrante zona hotelera, en la periferia de la ciudad rebosante de precaristas, la miseria era tan extrema como la de la zona a la que se pretendía auxiliar desde una perspectiva distante, de más de ochocientos kilómetros.

Y lo mismo en Ciudad Juárez, en donde, me viene a lamente a cada rato, hace apenas cinco años se consideraba a la urbe estigmatizada por la mala publicidad mientras, poco a poco, se desarrollaba sin parar el cáncer de la violencia. Un gran amigo mío, el abogado Julián Sosa González, me dijo entonces:

–Cualquier mujer puede salir sola por la noche y no le pasa nada. Ahora mismo –eran más de las diez de la noche- mi esposa va a alcanzarnos –en un restaurante en donde cenaríamos-, y no tengo la menor preocupación por ello. ¿Quieres más pruebas de que no es tanto lo que se dice?

Por desgracia, ya no podré recoger su nueva visión para exponerla en estas líneas. Julián, un profesional responsable y recto, fue acribillado en marzo de 2009 en un crucero céntrico de Ciudad Juárez, sin que puedan establecerse, hasta hoy, móviles ni circunstancias específicas. La justicia suele actuar con celeridad sólo cuando hay consignas superiores de por medio; no si se trata de particulares o de elementos ligados a bandos políticos distintos. Ahora, para colmo, es facciosa hasta en la última instancia del poder judicial federal.

¿Cómo entonces, en estas condiciones, procurar la puesta de acuerdo entre distintas facciones partidistas, pretenciosas de alianzas turbias, en la hora de mayor confusión política e ideológica de nuestro devenir histórico? Antes, los extremismos alimentaban la sed golpista; hoy, los radicalismos, sin encuentros posibles, fomentan la peor de las perspectivas: la del Estado fallido, sin rumbo ni definiciones, al calor de los nuevos vasallajes. En esta trampa, por desgracia, estamos sujetos los mexicanos de hoy.

Mirador

Los sectarismos han convertido a la política en un permanente duelo entre tuertos ensoberbecidos. En México, la polarización a la que dio lugar la controversia electoral de 2006, elevó a la intolerancia como uno de los factores predominantes para la resistencia civil, por una parte, y el aseguramiento del continuismo de la derecha, por la otra. Detrás de bambalinas, en cada caso, hay muchas manos: las de algunos intelectuales que se levantan el cuello bajo los reflectores de las cruzadas cívicas, en el primero de los casos, y los empresarios voraces, no sólo por las apetencias financieras sino también por las políticas, en el segundo. De allí que sean irreconciliables las posturas.

Cada quien vela por su propia capillita. Y así se llega a los extremos. ¿Cómo entender a quienes filosofan y se dicen demócratas a punta de insultos contra cuantos no coinciden con ellos?¿Necesariamente tienen que ser traidores a México quienes proveen su inestabilidad manteniendo la protesta?¿Y rufianes todos cuanto reconocen a un gobierno surgido del desaseo comicial por considerar que no puede negarse lo evidente? Los extremos, insisto, se tocan y el maniqueísmo, esto es la permanente disyuntiva entre el bien y el mal vistos como absolutos –“los buenos somos nosotros y los malos los demás”-, encalla en los arrecifes de los odios viscerales.

Lo peor es que tropezamos con la misma piedra, una otra vez. Y se van desgastando hasta los adjetivos a fuerza de repetirlos sin avizorar salidas ni proponer alternativas viables. Por ello, claro, el divisionismo ha atrapado a los partidos políticos con mayor representatividad sin que los intentos de escisión puedan ser detenidos. Los extremismos, además, complican las cosas porque exacerban las pasiones y las convierten en polvorines encendidos. Tal es el caso, por ejemplo, de quienes se inconforman siempre arrogándose la representatividad de “todos los mexicanos”. Al rato van a querer contar con su propia nación en donde no seremos bienvenidos cuantos no somos incondicionales de la facción vencedora. Este es el riesgo mayor.

No hay nada peor para la vida democrática, y para el futuro de las naciones también, que la intolerancia y la intransigencia. Quien no admite crítica ni réplica alguna sólo estará dispuesto a servirse a sí mismo por más que diga luchar por los intereses del colectivo. Y esto va, por supuesto, para los bandos que se convierten en pandillas en cualquiera de las perspectivas de la vida política, dentro y fuera del gobierno para ser precisos.

Polémica

Las intolerancias, además, suelen convertirse en incoherencias. Obsérvese la perspectiva de los extremistas vascos –no de quienes en esa región excepcional, lo es por su cultura y su paisaje, mantienen el imperativo de cohesión nacional sin negar raíces ni idiosincrasias dentro de un mosaico plural si bien unido entrañablemente por la geografía y la amalgama histórica-, que insisten en desunir a España pero sin contrariar la unidad europea para subsistir en la globalizada perspectiva actual. Un auténtico galimatías político sólo explicable mediante el rosario de ambiciones oscuras que lo conforman.

Combatieron otrora a la dictadura franquista y ahora mantienen el fuego contra la tendencia democrática que ha posibilitado la creación de “autonomías”, equivalentes a las entidades federales en una República como la de México, con gobiernos propios y proyectos regionales que surgen desde la entraña misma de las comunidades. Ni siquiera eso ha amortiguado la violencia insensata de quienes pretenden tener derecho sobre las vidas de los demás por el delito pernicioso, según ellos, de no coincidir con metodologías criminales que se fundamentan en el odio y la imposibilidad de exaltar a la política, la que lo es de verdad, como medio para debatir, apretando coincidencias y resolviendo diferendos.

La civilización no puede estar regida, jamás lo estará, por los pregoneros de la intransigencia tuerta.

Por las Alcobas

Relato propio para hoy. Cuenta Alejandro Rosas –“Relicario Mexicano”, Planeta, 2001-, la trágica historia de amor del general Miguel Miramón, del bando conservador que puso a México a los pies del barbón enajenado de Miramar, quien en la víspera de su ejecución, exclamó ante su inminente viuda, doña Concha Lombardo:

–Confórmate, amada mía, no hay remedio, el cielo te deja viuda, no yo.

Doña Concha, años atrás, exigió a Miramón una mayor seguridad en el porvenir:

–Ahora es usted capitán; cuando sea general, nos casaremos.

Así fue… y Miramón llegó incluso a ejercer la Presidencia –digamos, paralela, al estilo de la que es nombrada “legítima” en nuestros días por quienes se sitúan en el extremo ideológico, digamos hacia la izquierda-. Por ello, cuando cayó fusilado al lado de Maximiliano en el Cerro de las Campanas, Doña Concha ordenó que le extirparan el corazón y colocó al órgano debajo de una especie de lámpara votiva.

–Con el corazón de mi esposo, iré a Europa –dijo-, y lo tendré siempre en mi recámara.

No fue así porque un sacerdote le convenció de depositar la urna junto a los demás despojos. Hoy el general reposa en la Catedral de Puebla porque Doña Concha ordenó que lo trasladaran allí al enterarse que el gran Juárez también esperaría la eternidad en el mismo Panteón de San Fernando, en la ciudad de México, donde originalmente había sido inhumado. Los conservadores de hoy debieran ir en peregrinación hacia la llamada “angelópolis”, siquiera, cada día de muertos.

Acerca del Autor : Triquis Oaxaca